sábado, 7 de agosto de 2010

EL REAL SE PONE SUS MEJORES GALAS

Algunos dueños de casetas se quejan de tener que desmontarlas para volver a componerlas cada año por el gasto que supone.





Cuando suene la traca final de los fuegos todo tendrá que estar dispuesto en el Real para acoger a los miles de malagueños y visitantes que querrán acercarse a disfrutar de la feria. Actualmente por sus anchas calles no pasean caballos, ni trajes típicos, ni familias, ni grupos de amigos con un enorme vaso en la mano y un abanico en la otra. Lo que se puede ver son operarios trabajando a destajo para poner a punto lo que será prácticamente un segundo hogar para algunos del 14 al 21 de agosto.

Así, de repente y sin previo aviso, una gota se le escapa a Manuel Palma; es pintor, y está rematando en blanco las juntas de madera de las piezas de una de las portadas de entrada a la feria, la del Teatro Echegaray. «Aquí estamos, dando los últimos retoques, pintando la suciedad, tapando las rejas», explica este operario de una cuadrilla de seis personas que se ha dedicado a montar ésta y la portada paralela en las últimas dos semanas.

«Cuando hay nubes se está bien, pero normalmente el calor es insoportable», comenta mientras sigue con su tarea. Tienen que darse prisa porque habrán de acabarlas con antelación a la inauguración para que los electricistas puedan hacer pruebas de iluminación. «Luego nos iremos a la Feria de Almería», indica este trabajador de 33 años.

Su equipo también se encarga del montaje de la portada de la calle Larios. «Allí tienes que tener mucho cuidado con la gente, que se mete por debajo de las grúas aunque esté vallado, pero estamos acostumbrados», declara Palma, a lo que añade que «en el real se está mucho más tranquilo porque no pasan ni los coches».

Atrás queda Manuel Palma, que se aleja y asciende a lo más alto de la portada en una grúa para pintar allí donde la vista casi no alcanza. Una vez en el corazón del Real, en la plaza de la caseta del Ayuntamiento, la fuente en forma de biznaga está inactiva y rodeada de palés, ladrillos, polvo y herramientas.

En una caseta colindante llamada La Rebotica, se deja reconocer la barra que los visitantes siempre llegan a ver impoluta, entre escombros, escaleras, cinta aislante y maderas esparcidas por todo el local. Están de obras, y unos operarios sevillanos explican que lo llevan «bien», pero bromean con que la mitad de su plantilla de 12 personas trabaja duro y la otra «se escabulle».

José Romero, de 40 años, se encarga de la decoración del tejado. «Hay que embocar la escayola y barnizar los palos», asegura Romero. Uno de sus compañeros señala que en las horas puntas de sol procuran hacer faenas a la sombra.

En cuanto a qué les parece la Feria de Málaga, les gusta, pero le ponen una pega: «En la de Sevilla todo se concentra en un mismo espacio y la gente tiene más 'aguante' y en la de aquí, al estar dividida entre la del centro y el Real, hay horas muertas», aseveran.

Francisco Fernández y Antonio Feria, de la caseta de la UGT, explican que llegarán con pocas fuerzas a las fiestas. Se quejan de que las licencias de las casetas no sean anuales y así no tener que desmontar todo el trabajo cada año para volver a recomponerlo. «Tenemos que entregarlas limpias, sin nada, y cada año nos gastamos unos 9.000 euros en reconstruirla, no le sacamos beneficios», explica Francisco mientras enmarca la puerta.

El servicio de limpieza también está ya en marcha. «Ahora estamos baldeando, limpiando a fondo y retirando la tierra y las piedras para luego seguir con el mantenimiento», explica la trabajadora Elisabeth Aguilera, que barre la calzada. «Para aguantar el calor a veces incluso nos mojamos con las mangueras», sostiene la joven de 33 años.

Todos ellos son necesarios para la puesta a punto del Real, que recibirá a los visitantes con sus mejores galas, reluciente y con un colorido que fascinará al más agnóstico de la metafísica del espíritu feriante.


Fuente: Sur Digital

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